Las niñas y los niños procedentes de familias en las que ocurren maltratos y que, junto con sus madres, han tenido que huir a la casa-refugio para mujeres normalmente se encuentran, igual que sus madres, en una crisis. Sea de forma consciente o inconsciente, han aguantado por experiencia propia al padre violento, y ellos mismos han sido expuestos a la violencia psíquica, física y sexualizada. Con frecuencia están altamente desconcertados, y han tenido que sufrir la experiencia de lo desprotegidos, desamparados e impotentes que puedan estar.
Las circunstancias domésticas inestables, las situaciones poco seguras de la vida cotidiana y las reacciones imponderables de los adultos a menudo han contribuido a agravar la orientación necesaria para el desarrollo de las niñas y de los niños. La incertidumbre resultante en cuanto a lo que va a pasar en el futuro inmediato puede ser un caldo de cultivo para temores y posiblemente trastornos de comportamiento.
La situación particular en la que se vive en la casa-refugio para mujeres significa para los niños que tienen que adaptarse a condiciones nuevas e insólitas. Incluso si el hecho de haber huido del padre o del compañero violento de la madre se percibe como un alivio, la separación de los padres así como el encontrarse en un entorno social desacostumbrado puede ser una experiencia dolorosa y ambivalente.
El trabajar con las niñas y los niños en la casa-refugio para mujeres siempre tiene que tener en cuenta la situación especial de la institución 'casa-refugio para mujeres' como refugio pasajero. El trabajo se centra en la propia consternación de las niñas y de los niños.
Las niñas y los niños son acogidos junto a sus madres. Para los niños varones existe una edad límite hasta los 14 años. Esto se debe a la experiencia de que especialmente los niños en la etapa de la pubertad la convivencia estrecha en un lugar, en el que el tema "hombres violentos" está constantemente presente, constituyen un estrés y una sobrecarga mental – tanto para los jóvenes varones como para las mujeres y los demás niños que viven en casa-refugio para mujeres.
Los niños que llegan a la casa-refugio para mujeres están agobiados de formas muy diferentes. El dónde poner el enfoque a la hora de trabajar con ellos depende, aparte de las condiciones como el personal y las las dependencias, de las experiencias previas que tengan las niñas y los niños:
Normalmente, las niñas y los niños llegan a la casa-refugio para mujeres sin preparación alguna. Mientras las mujeres, en la mayoría de los casos, ya pensaron con antelación sobre el tema huida y separación, las niñas y los niños son repentinamente arrancados de sus vidas cotidianas. No tenían ninguna oportunidad de despedirse de sus amigos, parientes, profesores, etc.
Los animales de compañía, casi todos los juguetes, las bicicletas, el propio cuarto, entre otras cosas, son abandonados precipitadamente y no pueden ser llevados al nuevo alojamiento.
Debido a la necesidad de mantener el anonimato, en cuanto a la casa-refugio para mujeres se refiere, es difícil guardar amistades o establecer contactos sociales nuevos más allá de la casa-refugio.
Mudar a la casa-refugio para mujeres requiere por parte de los niños adaptarse a unas condiciones de vida poco habituales a las que hay que acostumbrarse. Debido a los escasos recursos económicos y en cuanto al espacio las madres y el niño/los niños tienen que compartir un cuarto. Las zonas comunitarias, como las cocinas, los baños y las salas de estar son utilizados por varias personas de forma común. La vida cotidiana se caracteriza por diferenes trasfondos culturales, idiomas, enfoques de tratamiento y costumbres.
Habitualmente tos escolares tienen que cambiar de colegio; asimismo, los más jóvenes tienen que cambiar de guardería. Las niñas y los niños siempre dependen de las decisiones de sus madres y tienen pocas posibilidades de influir sobre cuánto tiempo van a vivir en la casa-refugio para mujeres y sobre cómo se desarrollará su futura vida. Puede que vuelvan a la antigua situación con el abusador, puede que vuelvan a la antigua casa sólo con la madre, quizás a una casa-refugio diferente, o tal vez vivirán más de un año en la presente casa-refugio para mujeres.
Muchos niños experimentan, al poco tiempo de haber llegado, que la vida en la casa-refugio para mujeres es tranquila y relajadora a pesar del desasosiego y de las inquietudes. El miedo constante de los accesos de rabia y de los abusos de la pareja de la madre ya no existe, y así, la seguridad y la tranquilidad pueden experimentarse. El relajamiento de las condiciones de vida y la estabilización de la madre y de la relación madre-hijo/a con frecuencia resultan en recuperar los retrasos del desarrollo que puedan existir.
Las niñas y los niños experimentan un espacio en el que son acogidos como personas con sus respectivos deseos y necesidades, y donde se les permite comportarse como niño:
Los contenidos del trabajo pedagógico se guían por los objetivos específicos de la situación actual de cada persona en la casa-refugio para mujeres. Las situaciones cotidianas en la casa-refugio con frecuencia se caracterizan por fluctuaciones: La composición del grupo de niñas/de niños cambia con el tiempo en cuanto a la estructura por edades, el tamaño del grupo y el trasfondo cultural. Frente a este telón de fondo hay que considerar como muy importante la transparencia y la fiabilidad de los compromisos verbales y de las reglas para establecer la vida cotidiana de las niñas y los niños en la casa-refugio para mujeres. Las reglas y los límites comprensibles posibilitan actuaciones comprensibles. Apartan la arbitrariedad y la dominancia, y abren el camino hacia relaciones fiables.